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Las lombrices


Ante todo hay que tener presente que las lombrices de tierra son anélidos, de la clase oligoquetos y familia Lumbricidae, los únicos del grupo que presentan vida terrestre, y por lo tanto se trata de organismos que han evolucionado desde un medio acuático a uno terrestre, con las adaptaciones que eso conlleva para afrontar determinados problemas como son:

- el mantener la forma corporal en un medio de menor densidad.
- asegurar un desarrollo del embrión rodeado de los fluidos vitales.
- adaptar los sistemas respiratorios para la captación del oxígeno del aire en vez del agua.
- adaptarse a la alimentación terrestre y mantener la homeostasis interna.

Debido a esto necesitan tener un control sobre su medio interno, eliminando los productos de deshecho metabólico sin que haya una pérdida excesiva de iones y agua. Además han adaptado sus sistemas respiratorio y excretor a partir del modelo acuático de sus ancestros. Esto requiere segregar un mucus que mantenga húmeda la superficie del cuerpo y permita la respiración cutánea por difusión pasiva, y que su sistema excretor produzca una abundante orina hipotónica para la eliminación de urea y de amonio.

Estas características de estos animales son las que marcaran los parámetros que deberán ser controlados en el residuo a tratar y en el medio de cultivo de las lombrices para garantizar su supervivencia y su eficiencia degradativa.


Las especies

La presencia de lombrices en un suelo va asociada a su fertilidad y salud. Su movilidad garantiza la aireación del suelo e incrementa la capacidad de captación y retención hídrica del mismo. Algunas especies, como las del género Eisenia, llegan a ingerir en un día el equivalente a su masa corporal, retornando al suelo una materia orgánica, colonizada de microorganismos que aceleran los procesos de mineralización y humificación.

Pero no todas las lombrices de tierra son aptas para ser empleadas en procesos de compostaje. Como es lógico se necesitan aquellas cuyos de rangos de tolerancia a condiciones adversas dentro del sustrato sean los más amplios, y sean efectivas a la hora de transformarlo; y dentro de estas aquellas cuyas tasas de crecimiento y reproducción sean óptimas.

Las lombrices de tierra se clasifican en tres grandes categorías desde el punto de vista ecológico:

a) Epígeas: como su nombre indica son las que viven en la superficie del suelo, asociadas a restos de materia orgánica en descomposición, lo que constituye la mayor parte de su ingesta. Su reproducción es acelerada y numerosa a causa de su exposición a múltiples depredadores al ocupar una capa tan superficial.
b) Endógeas: se encuentran en el interior del suelo de manera permanente, alimentándose de la tierra más o menos mezclada con materia orgánica. Llegan a representar entre un 20 y un 50% de la biomasa de suelos fértiles europeos.
c) Anécicas: son aquellas que excavan profundas galerías verticales. A su interior arrastran restos orgánicos que usan como alimento una vez han sido mezclados con el suelo.

Resulta evidente que de todas, las más adecuadas para el vermicompostaje son la epígeas, pero son necesarias aquellas que, además de ser capaces de colonizar residuos orgánicos de forma natural y degradarlos en cantidades diarias cercanas a su propia masa corporal, su estrategia reproductiva sea de la "r" (rápida y prolífica), para que así las sucesivas generaciones vayan sustituyéndose de manera continuada, degradando cada vez más rápidamente el residuo. Además deben ser tolerantes a amplios rangos de temperatura y humedad, ser resistentes a su manipulación y mantenerse en los lechos de cultivo.
Aunque en todo el mundo se vienen realizando pruebas con diferentes especies de lombrices a la hora de degradar residuos orgánicos, según el área geográfica también habrá unas especies más efectivas que otras . Así en zonas tropicales las especies más efectivas resultan ser la africana Eudrilus eugeniae (Kinberg, 1867) y la asiática Perionyx excavatus (Perrier, 1872). Mientras que en zonas templadas las más empleadas son Lumbricus rubellus (Hoffmeister, 1843), Dendrobaena veneta (Rosa, 1886), Eisenia fetida (Savigny, 1826) y Eisenia andrei (Bouché, 1972).

La elección de la especie más adecuada se debería basar, aparte de la latitud y características de la zona donde se realice el proceso, de que se pretenda obtener: la obtención de vermicompost, la producción de proteína animal o el tratamiento de un residuo orgánico. Así Lumbricus rubellus es la más indicada para la producción de proteína animal o la obtención de cebo de pesca, mientras que Eisenia fetida lo es para el tratamiento de restos orgánicos.


Eisenia fetida

Eisenia fetida es un lumbrícido epígeo detritívoro, cuya longitud corporal media está entre 60 y 120 mm, con un diámetro de 3 a 6 mm y una variación en el número de segmentos entre 80 y 120. El clitelo presenta la forma de silla de montar, y ocupa entre 6 y 8 segmentos, extendiéndose los tubérculos pubertarios a lo largo del borde ventral del clitelo en tres segmentos. Sus capullos tienen una longitud media entre 2,4 y 5,2 mm, y un diámetro entre 2,3 y 4,4 mm. Su crecimiento rápido, su temprana madurez sexual y su gran potencial reproductor la convierten en la más utilizada en vermicultura.
Los parámetros que caracterizan el ciclo biológico de Eisenia fetida en condiciones óptimas son:

Peso medio adulto (g) 0,55

Tiempo medio de maduración (días) 60

Tasa de producción de capullos (capullos·adulto-1·día-1) 0,32

Capullos viables (%) 88

Nº medio de individuos por capullo 3

Tiempo medio de incubación (días) 25

Tasa productiva neta (individuos·semana-1·adulto-1) 4,8


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En cuanto a las condiciones óptimas para su cultivo en residuos sólidos orgánicos:

Temperatura 15 - 20ºC (límites 8 - 30ºC)

Humedad 80 - 90% (límites 60 - 90%)

Requerimiento de oxígeno Aerobio

Contenido en amonios del residuo Bajo: < 0,5 mg·g-1

Contenido en sales del residuo Bajo: < 0,5%

pH > 5 y < 9